Esas manos

Esas manos

Leonor llega a casa por la tarde como todas las tardes; pensativa también repleta de tanto frío que no es raro ver su piel morada; pasa las manos por las piernas fuertes que tiritan debajo de unas medias veladas blancas; moviendo hacia arriba su falda larga; vino tinto; la de todos los días y esas manos de forma única parecen que no fueran de la Leonor que sufre artritis; parecen otras manos una manos hechas de las primeras palabras de sus nietos y las uñitas de sus hijos y también tiene pedazos afelpados; ahí está pintado el Michi dice una voz mental al recordar el primer gato de la infancia de la anciana que ahora se observa en el espejo; le gusta ver ese rayo de cinco de la tarde que se cruza entre las ventanas de la iglesia de Monserrate y Leonor siente que es el mismo Dios que le regala ese instante de sol con aroma de montaña; verde; ese olor que solo puede tener la Candelaria justo cuando va apareciendo la oscuridad; ¡cómo me gusta vivir!; dice Leonor; una frase que lleva repitiendo en voz alta todos los atardeceres y no le importa que nadie la escuche; ella no necesita unos oídos cerca; ella se sienta a pie de la ventana y cierra los ojos; eso la hace sonreír; porque hay que ver cómo se mueven esos párpados como si tuviera una almojábana y una rodaja de queso campesino frente a sus ojos marrón; hasta la nariz le brinca de la alegría y piensa en ir al día siguiente a la Puerta Falsa; y romper esos veinte años de prohibición; ya nadie le dirá qué puede o no hacer; pero esa alegría no es producto de una muerte; libertad era la palabra que estaba buscando pero Leonor no conocía cómo ser libre; aunque sintió paz el día que Eudoro murió; ya no tendría canecas llenas de ropa para lavar rápido que para eso la tengo; ya no llegarían muchachitas a la puerta con hijos desconocidos del anciano; tampoco  tendría que abrir sus piernas y cerrar su boca; ya podría ir a tomar chocolate sin tener que dar explicaciones de por qué le gustaba esa bebida justo al atardecer de un día cualquiera. Mañana como sus manos torcidas caminaría sin rumbo por el Eje Ambiental.

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