Astro biografía

María.

Nací en una noche de agosto con unas extrañas escamas. 

“Con un poco de ceniza y nada más”, dicen las paredes de casa con un aliento de rayo de luna cansada.

Apago la luz. 

Ir al baño y dejar correr el agua de la ducha mientras orino se ha vuelto un ritual desde que puedo caminar sin dejar rastros de mar. Prefiero la noche.

Es incómodo pasar del mar al fuego. 

Pero es necesario para despegar los párpados y enfocar la cuna sin la sensación de escamas.

Cierro los ojos y caigo en el vacío. Vital.

Duermo para dejar de ser una pepa de naranja en la esquina de la sala.

El sueño se repite. No logro caer en una matera. Entonces, saco la lengua y atrapo el polvo de los días soleados. Hago mi propia tierra.

Una hojita comienza a brotar.

La sala se ilumina.

Luna. Sol.

Soy planta. Todas las visitas llegan a pasar sus dedos por mis hojas. Decido ser roja.

Decido otra vez tener escamas y la cercanía se limita. Me concentro para atraer la lluvia y salen las primeras palabras mágicas: “quiero ser pimiento” y genero algunas lágrimas sobre la mesa. 

Por las mañanas papá me enseña las vocales. La “E” es la que más me gusta porque habla de animales orejones como el elefante. “¿El elefante puede ser rojo, papá?”, y él me dice no. Pero, mis elefantes son rojos. Decido sacar una crayola y pintar todo.

Por las noches mamá prepara la comida y prende la estufa eléctrica y veo aparecer el rojo sobre los círculos negros. “¿Puedo poner la mano ahí, mamá?, y ella me dice no. Me quemé muchas veces hasta que brotaron de nuevo las escamas de fuego. Mis brazos y mis manos reclaman el mar.

Hogar.

Entendí que fluir por diferentes aguas me haría concretar mi esencia. Ser criatura de océano y polinizar nuevas palabras en llamas que cambian en las profundidades  donde existe la niña de piel de escamas con una lengua que se desenrosca y maulla. 

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