Lamer esto
y explorar.
Un día estuve repleta de fresas, también de uvas. Fui Venus y fui Dionisio. Fui silencio y fui maullido. Y fui olor a pasto recién cortado. Un olor que sirvió de imán: llegaron mamarrachos de leche con tantos ojos que fue inevitable salir a chismosear, entonces primero hablé con los labios y luego con las piernas porque ellas permitieron la entrada.
Antes de los mamarrachos, en mi talego maternal siempre me sentí a salvo con el mundo que la vagina primaria había decidido armar para mí, ante todo sus palabras me hicieron (cada vez con menos eco) edificar un muro, un muro que hice de palabras las que grabé dentro de mi oscura cueva con un grafito que se asomó y me lamió un instante en medio de un calor tan tenaz…
Sé que los índices y anulares estarán tecleando, eso escucho. Quien me guarda entre sus piernas también me explora y encuentra las palabras y es ella quien grita en el papel lo explorado, también lo nuevo por saborear… desde mi despertar hasta el papel, hasta cuestionar, hasta incomodar, hasta tocar los puntos comunes, los más extraños todos los mamarrachos que vienen a lamer vino se suben hasta los dedos y por ahí salen hacia la hoja en blanco y ahí se ven esos mamarrachos de leche, tan hechos frases tan hechos historias tan hechos motivación.
Y mi lengua se asoma para lamer y encontrar nuevas palabras.